“Su obra contiene una proporción equitativa entre territorio, cuerpo y manualidad. Estas obras que exceden el contenido del uso pero que remedan vestuarios teatrales y pomposos, aluden a cuerpos deformes que unen partes imposibles o duplicadas en raras e inquietantes poses. Infladas y abultadas como para demostrar su capacidad, pendiendo del techo o sostenidas por atriles como partituras, denuncian una fascinación por la complejidad de una manualidad bien aprendida en su labor como vestuarista de la vendimia mendocina. Pero también enuncian lo superfluo de lo decorativo para cubrir lo defectuoso o siniestro, todo ello en una pieza que no puede ser usada, sólo explorada por la mirada”. Pilar Altillo, 2003